viernes, 24 de septiembre de 2010

Miguel Ángel: "la avispa en la botella"

Como la médula en su envoltorio, estoy aislado, pobre, solitario, espíritu de vino en la botella (alcohol etílico, alcohol ordinario). Mi residencia sepulcral impide la expansión de mi pensamiento, las arañas y sus hermanas tejen sus mil telas grises. Quienes han comido o bebido se alivian ante mi puerta. Aprendo a distinguir el olor de los orines en las calles, la fetidez de los locos que deambulan de noche, de los gatos, de la carroña; bacinilla o barriles, el que vacía algo de este tipo viene de seguro hasta aquí. Es verdad que mi alma tiene ventaja ante mi cuerpo, pues si también ella sintiera todo eso, no conservaría nada, ni pan, ni queso. La tos y el frío me sacuden, estoy exhausto, desgarrado, quebrado por todos mis trabajos, y han desaparecido los lugares donde antaño comía. Mi amiga es la Melancolía; mi descanso, mis tormentos. La llama de amor se ha extinguido, el alma está ajada. Parloteo como una avispa en una botella. Soy una alforja llena de huesos y tendones, y tengo piedras en el vientre. Mis ojos están opacos y enfermos, mis dientes se mueven cuando hablo. Mi cara es una imagen del espanto. En uno de mis oídos habita una araña; en el otro, una cantárida, cuyos movimientos me vedan el sueño. El amor, las Musas, las grutas floridas, todo ha naufragado en el fango. ¿De qué sirve haber hecho tantas "muñecas", si uno termina como aquel que quiso atravesar el océano y se hundió en una ciénaga? El arte tan celebrado cuyos secretos conocía me ha conducido a este extremo. Viejo, pobre, dependiente de otros, me descompondré si no muero pronto.

[Se trata de uno de los Tercetos de Miguel Ángel Buonarroti, citado por Roland Barthes en Lo neutro, Siglo XXI, 2004.]

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